La Iglesia nos ofrece algo impagable. De hecho, ninguno de nosotros podría jamás compensar la fuerza, la paz y la luz que recibimos de los sacramentos, de la comunidad y del verdadero sentido de la vida.
Estos dones nos colocan en permanente deuda con nuestra Madre la Iglesia, al igual que lo estamos con nuestra la madre terrena, que nos regala su amor, sus cuidados y desvelos de manera incondicional.
Pero que nuestra deuda sea impagable no significa que estemos dispensados del natural agradecimiento según nuestras posibilidades. Lo que nos debe plantear: ¿Qué podemos hacer por nuestra Madre la Iglesia?
Evidentemente la Iglesia necesita nuestras oraciones, nuestros sacrificios, nuestra implicación personal, nuestro trabajo…; pero también, nuestra aportación económica. Porque la Iglesia es un misterio de comunión espiritual, pero también es una realidad material que necesita recursos materiales para llevar a cabo su misión de transmitir el evangelio. Y, ¿de dónde saca esos recursos? Pues principalmente de los que la componen, que somos nosotros.
Nuestra parroquia, por ser una parroquia rural y tener que sostener diversos edificios que tienen un deterioro mayor que una parroquia urbana por las inclemencias del tiempo, siempre está muy lastrada económicamente. Actualmente no podemos abordar actuaciones tales como la reforma de la Capilla del Carmen, el saneamiento de las humedades del templo parroquial o de los salones parroquiales, por poner algunos ejemplos. Además, están los gastos ordinarios de una parroquia.
Es cierto que, gracias a Dios, la totalidad de las personas que colaboran en la parroquia lo hacen de una forma totalmente desinteresada, y que la generosidad mostrada siempre que hay colectas especiales es excepcional. Gracias a esas colaboraciones y a esa generosidad podemos hacer frente a los gastos cotidianos.
Colaborar con nuestra parroquia, como la célula eclesial que pone a nuestro servicio los auxilios de la gracia, es una obligación. Una obligación para todos, que luego hay que concretar en conciencia, personalmente cada uno, según su situación y sus posibilidades. Como diría san Pablo: “si hay buena voluntad se le agradece (a uno) lo que tiene, no lo que no tiene. Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces” (2Cor 8,12-13). Las diferencias de situación son muy grandes. Que cada uno vea cómo puede colaborar con su parroquia, con responsabilidad pero sin agobios, que Dios no quiere nuestras cosas sino a nosotros
Para aquellos que puedan permitirse esa ayuda, sea cual sea el importe de la misma, sugerimos los siguientes posibles cauces:
- • Aportaciones directas entregadas en mano o ingresadas en la cuenta de la parroquia: IBAN: ES08 2100 4280 9122 0016 1305
- • Suscripciones de donación periódica mediante una ficha que puede descargar aquí en PDF.
Para desgravar en la próxima declaración de la renta un porcentaje de sus donativos, envíenos al contacto de esta página el justificante de su ingreso bancario o transferencia, su nombre, su número de NIF y su dirección completa, para poderle enviar el recibo de su donación.
- • Aportaciones y suscripciones a través de la web de la Conferencia Episcopal Dono a mi Iglesia. A través de esa página puede hacer donaciones seguras a su parroquia, a su diócesis o a la Conferencia episcopal española.
Si quiere conocer bien las cuentas y todos los aspectos económicos de la actividad de la Iglesia en España, entre en la página Xtantos de la Conferencia Episcopal Española, donde puede encontrar una visión más veraz de la economía de la Iglesia que la que aparece en algunos medios de comunicación.