Nuestra fe nos asegura que el cambio que se opera en el pan y en el vino después de la consagración, por el cual las especies se convierten realmente en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, no es una mutación pasajera o circunscrita a la duración de la Santa Misa, sino que es un cambio permanente. Por eso, desde muy antiguo se reservaron las especies sobrantes para ser distribuidas entre los enfermos y para ser adoradas por el pueblo cristiano.
Junto a la celebración de la eucaristía en la Santa Misa, la exposición del Santísimo para su contemplación y adoración por los fieles cristianos, es uno de los momentos de máxima expresión de nuestra fe, en donde nuestro Señor Jesucristo se manifiesta presente y nos espera pacientemente, para darnos su protección, su consuelo y su amor. Nuestra adoración ante Jesús Sacramentado manifiesta nuestra fe, más allá de lo que nuestros sentidos corporales nos muestran.
Por otro lado, cuando el sacerdote, de forma solemne y reverencial, realiza la exposición del Santísimo y sitúa en la custodia a Nuestro Señor Jesucristo para la contemplación y adoración de los fieles, nos ofrece la posibilidad de ser también nosotros los que nos expongamos ante la presencia de Dios. De la misma forma que las placas radiográficas se exponen durante unos segundos a la acción de los rayos X, para impresionar en ellas lo más profundo de nuestro esqueleto óseo; de la misma manera que buscamos broncear nuestra piel con una continua exposición al sol; así, nuestra constante y asidua presencia ante el Santísimo va haciendo aflorar nuestra realidad profunda y nos va cristificando con su poder transformador y sanador. Es un tratamiento medicinal profundo que, poco a poco va operando resultados verificables.
En nuestra Parroquia hace ya varios años se viene realizando la exposición del Santísimo todos los jueves del año. Concretamente, comenzamos esta piadosa actividad el jueves 14 de junio de 2012, festividad de san Eliseo, y, desde entonces hemos venido manteniéndola con fidelidad.
Durante todo este tiempo hemos conservado el esquema de funcionamiento inicial. Comenzamos a las diez de la mañana con la exposición del Santísimo y el posterior rezo de Laudes. Una vez terminada esta oración comienzan a sucederse los turnos de adoración, que tienen una duración de una hora y son realizados por dos adoradores por turno. En el momento del relevo de cada turno de adoración se reza una tradicional letanía de alabanza.
Los turnos de adoración garantizan la presencia de adoradores, que representan a toda nuestra parroquia, y que oran por ella y por nuestro pueblo. De este modo, el Santísimo está permanentemente acompañado y accesible para que todo aquél que lo busque de corazón pueda encontrarlo con facilidad. Después del último turno de adoración, a las siete de la tarde, terminamos la jornada con el rezo de vísperas y la posterior y solemne reserva del Santísimo.
El grupo de adoradores iniciales se ha mantenido básicamente el mismo durante todo este tiempo, si bien ha sido necesario ir introduciendo cambios sucesivos en algunos momentos para darle la necesaria flexibilidad que garantice su buen funcionamiento. Para este fin, gracias a Dios, contamos con un grupo de personas disponibles para hacer y estar siempre donde y cuando son necesarios. A todos ellos, tanto “titulares” como “suplentes” de los turnos, muchas gracias en nombre de toda la Parroquia por vuestra abnegada y necesaria contribución.
Resumen: La exposición del Santísimo la realizamos todos los jueves de 10 de la mañana a 7’30 de la tarde. Comenzamos con el rezo de laudes y acabamos con el rezo de vísperas y la bendición. Los turnos de oración son de una hora.