En estos tiempos de crisis, la Palabra de Dios nos brinda un consuelo y una seguridad. Nos recuerda que no estamos solos, que nada ocurre sin el permiso de Dios y que él busca siempre nuestro bien. Sabernos en las manos del Padre es nuestra seguridad.

Lo único que Dios pide de nosotros es nuestra confianza y nuestra docilidad. Ni nos dará más de lo que podamos resistir, ni hay motivo alguno para que nos llegue un mal, si no es sacar de él un bien para nuestra alma. Dios vela por nosotros.

La pregunta no es por qué sucede todo esto, sino para qué lo permite Dios.. Tenemos una oportunidad de crecer. Escuchemos, pues, lo que nos dice la Escritura:

«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mateo 11,28-30).

«El afligido invocó al Señor, él lo escuchó y lo salvó de sus angustias… Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él» (Salmo 34,7.9)

«Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo» (Salmo 23,4).

«Tú eres mi siervo, te he elegido y no te he rechazado, no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortalezco, te auxilio, te sostengo con mi diestra victoriosa» (Isaías 41,9-10).

«Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo, la corriente no te anegará; cuando pases por el fuego, no te quemarás, la llama no te abrasará. Porque yo, el Señor, soy tu Dios; el Santo de Israel es tu salvador. (Isaías 43,2-3).

«Mi alma aguarda al Señor… porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa» (Salmo 130,5.7).

«¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué gimes dentro de mí? Espera en Dios, que volverás a alabarlo» (salmo 42,6).

«Al que confía en el Señor, la misericordia lo rodea» (Salmo 32,10)

«Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará» (Salmo 37,5).

«¡Señor del universo, dichoso el hombre que confía en ti!» (Salmo 84,13)

«Protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en ti» (Salmo 86,2)

«Confía en él y él te ayudará, endereza tus caminos y espera en él» (Eclesiástico 2,6).

«Confía en el Señor y sé constante en tu esfuerzo» (Eclesiástico 11,21)

«Sabrás que yo soy el Señor, que no defraudo a quien confía en mí» (Isaías 49,23).

«Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza» (Jeremías 17,7).

«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre» (Mateo 7,7-8).

«Si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!» (Mateo 7,11)

«Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica» (Salmo 130,1-2).

«Cuando estés angustiado y te sucedan todas estas cosas, al cabo de los días, volverás al Señor, tu Dios, y escucharás su voz» (Deuteronomio 4,30).

«El Señor, tu Dios, es un Dios compasivo; no te abandonará, ni te destruirá, ni olvidará la alianza que juró a tus padres» (Deuteronomio 4,31).