La comunión espiritual es el piadoso deseo de recibir la Sagrada Eucaristía, cuando no se la puede recibir sacramentalmente. Es un acto de fe que se manifiesta en un intenso deseo de recibir a Jesús en nuestro corazón. Este deseo contribuye eficazmente a avivar en nosotros la sed de Dios y nos dispone a recibirlo.

La gran excelencia de la Comunión Espiritual justifica que fuera recomendada vivamente por el Concilio de Trento (D 881), y haya sido practicada por muchos santos con gran provecho espiritual. Santa Teresa decía: «Cuando no podáis comulgar ni oír Misa, podéis comulgar espiritualmente, que es de grandísimo provecho». Y San Juan Mª Vianney (el Santo Cura de Ars) «Una Comunión espiritual actúa en el alma como un soplo de viento en una brasa que está a punto de extinguirse. Cada vez que sientas que tu amor por Dios se está enfriando, rápidamente haz una Comunión espiritual»

El primer interesado en nuestra unión con Dios es Dios mismo. Jesús dijo a sus discípulos: «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer» (Lc 22, 15)». Jesús se nos da como alimento espiritual y al recibirle con fe y amor, transforma nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar con la suya.

Una comunión espiritual responde al deseo de recibirlo, sentir esa sed que sólo puede aplacar la presencia del Señor. «Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro» (Sal 27). Hay que reconocernos necesitados de Dios, de su luz y de su consuelo.

El amor es una fuerza unitiva que lleva al amado a estar y gozar con la persona amada. Así es como en cada comunión espiritual le decimos a Jesús que deseamos estar con Él, que lo amamos, que le necesitamos y que confiamos en Él.

Modo concreto de realizarla

—Ponerme en presencia de Cristo y avivar el deseo de estar con él porque le amo y le necesito. Si es en el entrono de la misa televisada, debe hacerse, como es lógico, en el momento de la distribución de la comunión.

–Le digo expresamente que desearía de todo corazón recibirle en la comunión sacramental; pero que, no pudiendo hacerlo, le pido que venga espiritualmente a mi corazón

Lo puedo hacer con la oración de San Alfonso María de Ligorio:

«Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón».

Tras una pausa de silencio amoroso prosigo:

y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti.

—Puedo prolongar este momento de comunión haciendo un acto de fe confiando en que Jesús está dentro de mí.

—Me uno a Jesucristo, por la fe, para que mi vida sea una ofrenda agradable a Dios Padre.

—Me puedo gozar de su presencia y de su compañía. Y le doy gracias por este momento de intimidad con Él.

Advertencias para tener en cuenta

1) La Comunión Espiritual, como ya dijimos, puede repetirse muchas veces al día. Puede hacerse en la iglesia o fuera de ella, a cualquier hora del día o de la noche, antes o después de las comidas.

2) Todos los que no comulgan sacramentalmente deberían hacerlo al menos espiritualmente, al oír la Santa Misa. El momento más oportuno es, naturalmente, aquel en que comulga el sacerdote.

3) Los que están en pecado mortal deben hacer un acto previo de contrición, si quieren recibir el fruto de la Comunión Espiritual.