Todo matrimonio cristiano siente como una de sus mayores responsabilidades el conducir a sus hijos al Reino de Dios incorporándolos a la Iglesia.

La puerta de entrada para formar parte de la Iglesia es el bautismo. A través de él los niños son transformados en hijos de Dios, son configurados con Cristo y constituidos en templos del Espíritu. Reciben la presencia de la Santísima Trinidad en sus corazones y a María como madre. Es, sin duda, el don más valioso que los padres pueden otorgar a su hijo. Sólo en el cielo podremos ser conscientes plenamente de lo que supone para ellos recibir este sacramento.

Pero, además de ser el don más importante que un padre cristiano puede hacer a su hijo, es también el don más comprometido, porque el bautismo de un niño es el comienzo de un camino que los padres han de realizar con él. Es el comienzo de toda una tarea de formación en la fe que, en contra de lo que muchas veces pensamos, ha de realizarse desde el mismo día del bautismo. Esa tarea consiste en incorporarle progresivamente a la vida de Dios: llevándole a la Iglesia, desarrollando su capacidad religiosa innata, enseñándole -según su capacidad- oraciones y cantos cristianos, transmitiéndoles los valores de Cristo a través de las pequeñas decisiones familiares cotidianas,…

En definitiva, optar por el bautismo de un niño supone para los padres optar por una forma concreta de vivir la propia fe, recordando que los niños perciben los valores reales que hay a su alrededor. Supone en el fondo capacitar a los niños para que puedan llegar al cielo a través de una vida santa. Eso sólo se puede hacer si los padres se plantean esa misma meta, y señalan con su vida a los niños el camino a seguir.

Desde este punto de vista, se entenderá que los padres necesiten para esta labor la ayuda de otras personas que les apoyen y les suplan, si en algún momento es necesario. Son los padrinos. Los padrinos de bautismo no son meras figuras honoríficas, sino que han de ser verdaderos cristianos que ayuden a formar a otro cristiano (el niño). De ahí las exigencias que la Iglesia pide para ser padrinos. Según el ritual de bautismo, se exige que “el padrino elegido por la familia reúna, a juicio de los pastores, las cualidades requeridas para que pueda realizar los ritos que le corresponden, a saber:

«Que tenga la madurez necesaria para cumplir con esta función.” [se le presupone una madurez humana (mayor de 16 años) y una madurez cristiana (cristiano practicante y que lleve una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir; por ejemplo, no podrán ser padrinos aquellos que conviven con su pareja sin estar casados por la Iglesia)].

“Que haya recibido los tres sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía” [han de acreditar, aportando el volante de bautismo propio, la condición de bautizado y confirmado].

“Que Pertenezca a la Iglesia católica y no esté incapacitado. Por el derecho, para el ejercicio de la función de padrino” [por ejemplo, no podrá ser padrinos quienes han apostatado públicamente de la fe]. (Cfr. Ritual del bautismo de niños, nº 18; Código Derecho Canónico, nº 874).

En lo referente al número de padrinos el Ritual especifica que “cada niño debe tener padrino y madrina, o solamente padrino, o madrina” (Ritual del bautismo de niños, nº 19).

Para ayudar a los padres y padrinos a prepararse adecuadamente para este momento de gracia para toda la familia hay una breve preparación previa, que consiste en una reunión de los padres con el sacerdote, que se ha de concertar con tiempo, y en una reunión de los padres y padrinos de todos los niños que van a ser bautizados en esa tanda para preparar la celebración litúrgica y profundizar en su significado. En orden a esa preparación es muy recomendable que padres y padrinos se preparen mediante el sacramento de la confesión al don que van a recibir.

Los bautismos se realizan en nuestra parroquia de forma comunitaria; además de por razones de organización, porque así se expresa mejor que es un acontecimiento de toda la Iglesia, no sólo de una familia concreta. La celebración es el primer sábado de cada mes (exceptuando la cuaresma, donde no celebramos bautismos), a las 5 de la tarde en horario de invierno y a las 6 en horario de verano.

Es preciso solicitar el bautismo al menos con un mes de antelación para poder recibir la formación anteriormente referida, para poder elegir los padrinos según los criterios de la Iglesia y para poder preparar adecuadamente la celebración.

Resumen: El bautismo de niños hasta los 6 años tiene lugar en la Iglesia Parroquial, en celebraciones comunitarias, los primeros sábados de mes (salvo en cuaresma) a las 5 de la tarde en horario de invierno y a las 6 en el de verano. Previamente hay que concertar una reunión con los padres. La reunión con padres y padrinos es el sábado anterior, a las 20’30.