Evangelio  (Jn 2,1-12)

En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice:
–«No tienen vino».
Jesús le dice:
–«Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora».
Su madre dice a los sirvientes:
–«Haced lo que él os diga».
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dice:
–«Llenad las tinajas de agua».
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les dice:
–«Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice:
–«Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».
Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

Comentario

Jesús se hace hombre y participa en todo lo humano: no sólo en los momentos de dolor sino también en las alegrías. Su participación con sus discípulos en una boda nos muestra como aprueba los momentos de comunión fraternal y nos anima a participar también a nosotros de la alegría de los hombres. ¿Mi fe me hace normal, o me vuelve remilgado y extraño?

La intervención de la Virgen es muy significativa: percibe antes que nadie la necesidad y actúa con prontitud. Su mediación es a la vez respetuosa y eficaz. Cuántas veces María habrá hecho lo mismo conmigo en mi vida y, como los novios, no habremos sido conscientes de lo que hemos recibido a través de su intervención maternal. ¿Soy agradecido con María?

Lo que María le pide a Jesús es aparentemente muy desproporcionado: que resuelva un tema doméstico, nada menos que la falta de vino (teniendo en cuenta que ya debían haber bebido bastante: se habían acabado las reservas); y para ello que adelante la hora de su manifestación. Si María puede conseguir eso de Dios ¿No podrá alcanzarme lo que verdaderamente necesito? ¿Tengo esta fe?

Jesús que tiene la libertad para actuar al margen de lo que los demás esperan de él (acordémonos de cuando se “pierde” en el templo), sabe obedecer y adaptarse a las peticiones de los suyos. ¿Cómo María, tengo yo una confianza absoluta en la eficacia de la oración humilde?

Puestos a hacer milagros, el Señor no es mezquino: el vino es excelente. ¿Por qué yo aspiro a mejorar como cristiano, cuando el Señor quiere hacer de mí un gran santo? ¿Por qué no creo en lo que humanamente es imposible y me alío con la Virgen para alcanzar de Jesús el milagro de mi transformación total?

El vino es signo de la alegría del Reino. La conversión del agua es una referencia velada a la eficacia de Cristo que transforma nuestra existencia cotidiana en fecunda vida sobrenatural.